domingo, febrero 11, 2018

Carta incógnita a un amigo clandestino

He leído bastantes libros de la Revolución de Octubre, el año pasado, a su centenario, al menos tres. Este es el mejor. Rastrea por autores fundamentales: Netchaev, Herzen, Blanqui, Martov, Plejanov, la creación del partido comunista francés de Souvarine,  amigo de Lenin. Es con diferencia el más interesante que he leído. Se entiende el odio de los pobres progres a Jiménez Losantos. He conocido a bastantes intelectuales de izquierda, además desde muy joven. Losantos está en el nivel más alto, pero supera a todos lo demás en una cosa y es  en que  toca todos los palos en  que debiera penetrar   un intelectual que se inauguró de izquierda ,que va abriéndose a experiencias y lecturas pioneras y movimientos culturales esenciales en los que ocupa un lugar muy destacado: desde el psicoanálisis lacaniano de Oscar Masotta al arte contemporáneo participando con Grau, Broto y Rubio en muchas iniciativas vanguardistas. Su frecuentación  del ambiente gay en Barcelona franquista, la clandestinidad comunista, la vanguardia otra vez contra el totalitarismo nacionalista. Ningún intelectual posee ese acervo de conocimiento pero también de vida.
Son tantos los mundos intelectuales y vitales de Losantos, unido a su inteligencia y potencia intelectual que los progres, necesariamente han  de odiarlo. Empezó con ellos y se fueron a polos opuestos, a una icompatibilidad objetiva. 
También he conocido demasiados  progres, anodinos, ignorantes, inmensos mediocres, cobardes, miserables, yendo de algo toda la vida, siempre aparentando, encima menudencias estúpidas.
Estos 4 libros los compré el jueves, que cuadro magnífico, como el primer relato leído
Liebe Graf, jovial y talentoso; añadiría humorístico si no debiera ese tratamiento en exclusiva a mi hermano, el profesor, pero cuente reconocida mi alta estima en considerarle también acreedor de tal título, sin duda el máximo  y más celebrado en el trato con los demás, del que su ya viejo amigo, digamos el interfecto,  y afín en esa selecta burbuja de caballeros expertos de larga data y prestigio, a modo de alta y restringida sociedad  aristocrática, no solo no llega a estar mansamente dotado y orondo, sino abusivamente ayuno y enflaquecido. El rigor y la seriedad, divisas que presiden su  proyección (de él), incluso post morten y acceso a la leyenda que omitiré (no vaya a ser interceptada esta misiva) y que le  ha conferido una personalidad enfebrecida, que odia la banalidad y el sinsentido, lo mundano y divertido, la gratuidad de lo más placentero. Pobre animal   airado. 
Me he vuelto africanista y a honra
Compruebo  que en mi anterior misiva no me entretuve en andanadas a locas  en las que siempre su réplica fuera “agua” y nunca “hundido”.  En la ocasión ha sido el segundo término el alcanzado. Y "hundido". El interfecto según su narrativa resulta un ser de dotes poco comunes  y apenas  inmanentes a mortales; no es presencia sino trasmundo, ni entidad fenomenológica  sino rastro de emanación. Acaso huella cósmica ¿Tan lejos pretende llegar? Es evidente después de tanto prodigarse sobre él,  con la sutileza  de permitirse   una  disección quirúrgica  de fundamentación  netamente  teológica, entre  sustancia, emanación, aura y la lamentable y corrupta  materia, que usted redime en  corporeidad, término con el que trató de rebajarle de toda dimensión metafísica, seguramente como ardid de desmarque y disimulo, de una emotiva e irreprimible admiración correspondida por usted. Aunque no le haya acompañado el éxito en la transfiguración.
Houellbecq siempre es  Houellebecq. 
Lo que sí merece reproche es que usted haga alusión a una  ¡boutique!: pero usted ¿sabe lo que dice? Es igual de sacrílego la ofensa al cáliz y el sagrario, que a dependencias con funciones ungidas y vividas con pareja sacralidad. ¿Boutique? ¿Qué quiere decir? ¿a qué se refiere?:  ¿al tráfico mercantil, a la compraventa y el comercio, a la ganancia y el capital?
Es usted muy injusto con esa su  amistad de años nutrida  de cuitas, confidencias, complicidades e intercambios. Al parecer no ha dado la debida importancia, para el caso que haya reparado en ello,  a que esas placenteras  sustracciones a obligaciones  tediosas e ingratas, por medio del afán cultural, siempre las propiciaba él, buscando su información, su elevado entender y definitivo criterio.
Acaso ¿no es capaz de ver la frenética admiración y seguimiento que suscita en él?    


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