sábado, noviembre 04, 2017

Desde Marruecos, la traducción sigue

Ayer en la dentista entró uno que me debía conocer mucho, para mí, una silueta, ante mi cara de extrañeza, aunque adiviné de qué me podría conocer, me dijo: del sindicato. Mi verdadero enemigo de clase. Seguí mirando twitter en el móvil. Cuando estaba con la dentista pensé, no es propio de que con la educación tan excelente y tan poco aprovechada que recibí, me comporte  así. Al irme, me acerqué y le di la mano. Ya no estoy allí, me disculpé. Ya sé, me contestó. Como me he encontrado alguno más al tanto de mi situación triunfadora y de lo caro que les salió mi despedida y cierre  (ya me gustaría), pensé “qué famoso soy”. Justamente con los que menos querría  ser porque  no existen. Me recordó la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel. Me reconocen (saben de mí, yo ni idea de ellos)  quienes yo no reconozco, recuerdo y creo no existen. Si me he quejado de incompatibilidad en otros ámbitos, en éste era máxima, volví a pensar que se hablará de mí entre gente que en su mayoría fueron bastante horror –no voy a entretenerme en explicarlo, estoy para entretenimientos más dignos- y yo en cambio no ya no  hablo de ellos sino que los tengo borrados de la memoria.
Justo aquí recibo llamada de Marruecos, hablo con Driss y Manolo me cuentan que la traducción de mi libro va. Me han hablado de otra posibilidad, pero como es eso solo, queda ahí. Manolo tiene la cualidad de alegrar siempre la vida.
Ayer lo estuve pensando a cuenta de que yo exista y ellos no (los otros). Si fueran otros de más talla o talla mínima supongo que me produciría una mínima satisfacción. Por ejemplo por lo que escribo, mis artículos, que los hago como un orfebre, un alquimista, un maestro en algo muy delicado. No los sé hacer mejor.  Yo siempre recibo opiniones favorables cualificadas, escasas pero cualificadas. Tampoco salgo de casa como para que ilustrados me palmeen la espalda.  Lo que me confirma mi valoración y me da seguridad. A una edad y con formación y conocimiento uno sabe perfectamente lo que hace.

La centrifugación y mareo con el tema catalán  es algo de lo que estoy saliendo. Me fui a la compra cuando la conferencia en Bruselas. Escribí mi columna, evito lo candente, los primeros planos, la opinión sobre lo acontecido y voy a lo subyacente, no me hago ese propósito sino que es lo que me sale. Quizá por lo que detesto la opinión común, los que hablan de todo sin saber de  nada, incapaces de aportar un ángulo distinto, nuevo, una idea personal, un plus de conocimiento, algo que merezca la pena escuchar.
Semiexpulsado del dantesco vórtice catalán he retomado mi cuarto libro del Sáhara. Me pregunta XY, pero tienes algo más que decir. Sí, este es el más novedoso. Todos los libros de los españoles que se han escrito en realidad son un solo libro: el metarrelato. Lo que infunde y cataliza. Wittgenstein me cae muy simpático, los libros, subrayados y no me acuerdo de nada. Creo que se me han quedado algunos conceptos  e ideas, pero no para decir salvo las dos frases archiconocidas, “como decía Wittgenstein”.
Una idea profunda, no había leído a Ishiguro, pero a cuenta de  él. Me confirma  una idea, la literatura  verosímil, de la vida, ha de expresarse en una suerte de realidad literaria ajena  a la realidad del mundo empírico. El valor literario se alcanza en la lejanía de la realidad humana descrita, en definitiva, en un trasmundo aunque emparentado. Por ejemplo, los diálogos siempre son sorprendentes. Nadie habla así, ni piensa así (bueno, el escritor), pero el resultado es óptimo, la vida real no vale mucho. La literatura no deja de ser una rebelión contra la vida.


No hay comentarios: