martes, abril 03, 2012

Apenas se me reconoce como ateo


Dejé de creer en Dios arrodillado en un banco de la tercera fila durante la celebración de la misa (diaria) en un colegio religioso del centro de Bilbao. Fue una certidumbre que se iluminó como absoluta en plena adolescencia y para siempre (de momento).  Desde entonces no he sabido si era ateo, agnóstico, gnóstico, deísta, neoplatónico o qué. No me ha interesado el  tema lo más mínimo, no ha sido cuestión para mí, a pesar de mi introversión y universo de fantasías en que habito y obsesiones que a veces me pueblan.
Si no hay Dios, no hay Dios. Sobre la nada, el vacío, lo no dado, lo inexistente no se pueden construir antinomias, refutaciones, contradicciones, alternativas, es así por la más elemental  lógica. Por eso que admire tanto la potencia intelectual e inteligente de los anticlericales españoles, esa racialidad tan entroncada, como el botijo y la alpargata, en la esencia de lo español.
El mérito intelectual de esa profundidad religiosa (tan barroca como la Semana santa, o más) consiste en lograr que la nada, lo no dado sea entidad, tenga existencia, devengue  algo  tangible. Dios fundido con la Iglesia, en la que poder objetivizar a Dios, el rastro más inequívoco de Él.
No perdonan a Dios que les haya defraudado, que el mundo no esté divinizado, que no existan certidumbres, explicaciones, seguridad, sentido. ¡Qué honda decepción  para gente que necesita agónicamente de Dios! Casualmente son los mismos que creen en otras ideas  sustitutorias: el comunismo, castrismo, populismos, utopías, nacionalismos, milenarismos… la consabida ristra de subrogados del Absoluto. Y se declaran sumamente ateos, y a mí siempre me ignoran como tal, como si fuera  un frívolo, cuando soy mucho más lógico que todos ellos.
Tan colgado está de la Iglesia el meapilas que el quema iglesias. Ese anverso maravilloso del anticlericalismo hispano, es de tal profundidad que la mayor persecución contra la Iglesia católica (¡cómo, que no teníamos ese dato…!) en el mundo ha sido obra de ese subproducto anticlerical irresignado a la evanescencia del Señor/señorito. Huérfanos y mortales, ni se lo creen, miran a Garzón.
El secular  sectarismo, en la fase de plena ebriedad con ZP, se extendió no solo frente a la derechas, tibios, desentendidos (que pasamos todos a “fachas” sin remisión) sino también contra la propia izquierda, a tal punto que han borrado de las nuevas generaciones  toda noción de la existencia de la fuerza más poderosa y arraigada de izquierda en España, como fue el anarco sindicalismo. La  que revela la extraordinaria fertilidad  del infantilismo izquierdista. Una forma exacta de  desmedido y racial anhelo de Dios.
Por cierto, el día menos pensado vuelvo al redil y hablo en serio. Haré uso de mi libertad de conciencia,  sensibilidad  y esperanza cuando me de la gana. Estoy harto del torpe monoteísmo  excluyente que siempre encuentra dioses, uno tras otro –a cuál más ridículo cuando no asesino-, y que cuando decaen redescubren el resentimiento  combustible  por el  abandono de Dios.


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