domingo, febrero 12, 2017

San-Fran-cisco

El viernes mientras daba cuenta de los libros que había comprado en la cota 600 el jueves, me llama mi hermano para decirme: “acabo de salir de Lemus, y el que estaba delante mío para pagar llevaba varios libros, entre ellos tu último del Sáhara”. Ya conté en el anterior post cómo ése estaba  tumbado en la mesa de los últimos ensayos. El que fuera un sujeto que compra varios libros lo hace lector avisado, un profesor, intelectual… Anecdótica confirmación de mis propósitos.
Ayer íbamos a ir a casa de Rosita y Fer para ir preparando el viaje, pero al final no lo hicimos, teníamos mucha matinalidad, si se me permite el neologismo. Al parecer ahora hemos prolongado el viaje hasta  San Francisco, por lo que entonces la expedición al Oeste se incorporaría en nuestro caso a aquella  leyenda. Según mi hijo que llamó ayer –resulta tan gratificante oírle decir que va contento a trabajar (me recuerda mucho a mi ex trabajo y exoficio de ofidio)-, es mucho recorrido y que no somos jóvenes. Lo que está por ver.
El mismo domingo que salimos llegaremos a Los Ángeles, después de escala en Oslo, al menos de noche; te pones a viajar hacía el oeste y si te descuidas llegas al sábado ya pasado. Dormimos en L.A. luego a San Diego, base naval (look at), y luego por la valla hasta Yuma, bajamos a Tucson, 4 días y como mayor apunte meridional: a Heroica Nogales donde los mexican. Subida por Phoenix a Las Vegas, de donde regresaríamos a L.A. Ya he dicho que yo en Las Vegas una sola noche, not more. Y ahora parece que nos vamos hasta San Francisco. 15 días
Nos hemos desecho del coche de  (exactly) 28 años; conservamos el de 10 ó 12, y XY se ha comprado uno nuevo, lo que es una sensación muy consumista y alienada (soy de la generación del 68, de Marcuse y compañía). Por mi parte cuando mi vieja barcaza termine por hundirse, me compraré otro segunda mano. No me siento cómodo con un coche nuevo, las simbologías más profundas de nuestro ser, en lo que expresamos quienes somos y qué nos resume, es el coche. El coche somos nosotros, así de claro. Por eso a mí gustan los coches desvencijados, sin continuidad en la titularidad, ocasionales, furtivos, arrabaleros, gitanos, bohemios, frugales (sic)… En ellos soy. Coches que evoquen, que hagan fantasear, identificarte con un espíritu, acomodarte a unas pautas periféricas, más auténticas, personales, que expresen desdén, disidencia, réplica, autonomía… humor. Me acuerdo de los convencionales, en los que cada eslabón de su engranaje vital resulta siempre  convencional: sus actos, sus relaciones, sus fiestas en lo que todo se tiñe de convencionalismos, que en todos los casos no es ni auténtico ni natural, sino todo lo contrario, supeditado a ínfimas conveniencias, lógicamente muy pautadas. Un túnel que succiona y  bajo cuyo rebufo no cabe ninguna valoración ni deseo realmente personal, sino ínfimos y aburridos aprovechamientos. El triunfo radical de pautas externas, prestadas, establecidas.   Una tontería, como un solo fin de semana al año, viene a ser  el Absoluto.
Alcanzadas las 21 horas del 12-2 puedo decir que por fin he ultimado el libro de Juaristi-Enciclopedia Británica-google. Y he dejado para un par de últimos actos dos de los adquiridos el jueves. 


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