sábado, enero 07, 2017

Seguimiento de una conjura casi perfecta

El anterior decano tras invitarme a cenar 2 ó 3 veces, me nombró director  de la revista de la corporación. Se empezó  a publicar una sección de puya y alabanza. Las puyas iban siempre contra el mismo. Evidentemente ya habían comprobado que de mí no cabía esperar absolutamente nada, salvo algunas piezas culturales. Ya había sido director de la revista, que  ahí  quedaba, y publicado  alguna cosa, por lo que no había más que rascar. Como me molestaba las puyas contra el juez, y yo figuraba como director, justificarme  con que yo  no lo escribía,  no me parecía muy digno.  Tampoco estaba dispuesto a seguir.Por lo que le llamé al Decano,  no quiero seguir en la revista y estoy en total desacuerdo con las puyas-
-          Ah, claro, él es de lo Social y  las sentencias….- me dijo
-          No es por  eso, es que todos los viernes –entonces-  tomamos cervezas juntos, como comprenderás no es compatible- por lo menos no lo era para mí.
Casualmente fue exactamente así. El gran protagonista de esta historia hasta constituyó   una  comunidad de secretitos y silencios, conjuras y disimulos, tipo de fastos únicos  (fantásticos) y escenarios predilectos (de etiqueta), esquinazos  y  exclusiones, con  visitas familiares preparatorias, descubiertas solo hace días de casualidad. Eso son conjuras verdaderas, fiables. Todo radicalmente sublime, ni siniestro, ni bello (Eugenio Trías)
El caso de LGC tiene mucho interés por lo que tiene de elaboración y cálculo. Hacer amigos le cuesta no sé si más, mucho o todo, pero es muy bueno acercándose, en labores de aproximación. Es como esos portacontenederos de cuatro hélices que atracan a los muelles besándolos. Siempre es con gente  notable, influyente, buenas posiciones, pódium con aura, primera mesa. No conocemos a ningún aproximado –porque amigos, amigos…- que  no esté  bien colocado, con proyección, ascendencia, relaciones... En relación con el grupúsculo empezó conmigo, porque entonces  tenía muy buena posición (relaciones y actividades), era muy asequible al trato y había una proximidad de partida, un primer peldaño, que por supuesto detectó (y así la puerta).
 “¿No es curioso que no suela ir a ninguna de tus presentaciones?”, me han dicho varias veces. Alguna ha elegido, siempre por circunstancias concretas. Una vez en la corporación le tuve que dar un papel (presentador de presentadores) para que viniera, para evitarle  hacer demasiado  evidente su fastidio y boicot.
Ahora estoy totalmente fuera de su mundo, demasiado indolente, pero en una fase realmente sorprendente por  óptima de mi vida. Carezco de todo  valor bursátil.  Es buen momento para él.
Cuando no ha habido un acto concreto: grave desencuentro, traición, indignidad, decepción profunda, es decir algún hecho de relevancia cierta para la exclusión, no se nos olvide doble  (mi querido hermano es el segundo), algo muy profundo ha tenido que pasar. Cuando uno tiene que tratar de construir una versión o argumento de lo que ha podido pasar, es que se trata de algo de mucha hondura, algo  que se venía incubando, desarrollando en las simas personales y que manifiesta un conflicto profundo. No hay actos, hechos, sino procesos profundos que van progresando. Dada su personalidad hay mucho cálculo, aprovechamiento de momentos y circunstancias.
Hay elementos sueltos que me han sido suministrados no de manera cronológica, y  que muestra la falacia del ocultamiento de los verdaderos motivos: esos tan humanos, como no muy confesables, de la psique. De lo último en enterarme fue de lo primero aparentemente. Que en una inauguración de despacho yo me comporte inadecuadamente (encima que voy, como para someterme a su tono); siempre será mucho menor que lo que merece gente infinitamente aburrida, pacata, sin gracia ni temática. Ante este tipo de ambientes incluso con personas sin esos rasgos tan pobres nunca he tenido conciencia de que me haya pasado, sino de que me he haya quedado corto en todo caso. Lo siento, me he movido por muchos ambientes.
Cuando por fin se decidió a devolverme una documentación familiar  que  a mí me la estaban pidiendo, y le ofrecí la oportunidad de dejarla en Los Reunidos, que le pilla de camino, apareció pero se sentó en otra terraza contigua. No había llegado yo.  Tuvo que ir XY a decirle que por qué no se sentaba con ellos -lo había hecho alguna vez-,  como no quiso, XY se sentó con él. Quería darle a ella la documentación, pero  le pidió que esperaba un poco, que  estaba a punto de llegar, mira por dónde ¡que casualidades! con mi hermano. “Estaba rarísimo y sin hablar nada, le tuve que empezar a contar cosas”. Se quejó del blog, debió ser porque le llamé ladrón de documentos. Como jurisperito  siempre bien relacionado de comidas tácticas -lo que tiene de buen tactista lo tiene de pésimo estratega-  debería saber que no podía se ladrón porque yo le entregué los documentos voluntariamente. Por las veces que ha contado XY aquella situación tan anómala, nunca la entendió por extraña. Debía estar en plena incubación del proceso.
Después me referí en el blog como el “hombre sin conversación”, sobre aquel dato empírico inmediato, lo que anotó en agravios. Partiendo de que fuera alguien literaturizable  como el “hombre sin conversación”.
El tercero o cuarto acto se produce en guasap. Algo debí decir yo, supongo que indicativo de poco agradecimiento al mundo o a sus colegas, que por primera vez en la vida se revolvió agriamente contra mí, poniéndose medallas (hay que ser patoso) de haber acudido de testigo al juicio que yo ni fui. Le contesté que debía a gente, aunque poca, y no a los que van de grandes coleguis y corporativistas y dispuestos a exculpar a gentuza testigas abogadas  que hacen indigna la profesión de ellos, le dije que para él los favores,  la amistad también es materia transaccionable, que lo es.
La dramatización victimista
Los siguientes actos son ya huidizos, se oculta, se ausenta de guasap para llamar la atención, al punto que tanto Rosana y yo nos preocupamos por él, por  si  estuviera pasando por algún mal trance. Reconozco que es una potencia escenográfica, sería la descripción primordial de él.  Decido llamarle y me responde con una sequedad cortante que jamás había pasado,   que reconoce a Rosana haberse  producir de esa manera. Durante meses de pre sentencia me llamaba los viernes y me decía ¿cómo estás Lucian? Ante cada llamada ya pensaba que le debía contestar que   “hoy bien: no tengo fiebre”, otro día “pues he pasado muy mala noche”. Eran preguntas muy torpes. De esos amigos ¡que no he tenido!, que oficializan la amistad conforme a ¡protocolos asistenciales sanitarios! Si al menos me mandara bombones, flores… Recordé cuando, a partir de un momento, iba a ver a Agustín. De hecho se habían   llegado  a conocer, y muy probablemente alguna vez conversaron. Nuestro amigo es muy autorregulativo como diría el catedrático de “ácaros”: “já-já-já: nos ha hecho mucha gracia” que decíamos, repetido,  en el cole,  en sus aproximaciones siempre se ha valido de invitar, mostrarse cercano y presto a hace favores que confiesa se devuelvan, es decir bursatilizables en el mercado.
Buscaba a Rosana (es un gran destructor, más que portacontenedores de cuatro hélices para atraques besados) calculando que era quien también podía entrar en el mismo  interés mío por  él, que lo tenía. Ella no puede controlar la función transmisora/ dos orillas y le llama, al que había construido la táctica precisa para que se interesaran por él, que es justamente lo que nos pasó.  Rosana le cuenta lo de mi llamada, que no debió, él se la confirma y que estaba tan herido el pobre que ya apenas acudía  a la inminente comunidad de esquinazos y secretitos, por el dolor que le infligía, que le llamaba el hombre sin conversación y que en el Tenis le había llamado cobarde. Que yo ni recordaba, tal debió ser el contexto, “pues si le  dije eso igual también pelota, trepa” (como le llamó uno cuando le hablé de su montaje) o un magnifico urdidor logístico.
El otro medio del victimismo: la grosera falsedad e inversión de la realidad
    Luego con el cinismo que le caracteriza rebajado con risotadas, se hace también el mártir a cuenta de mi hermano, que le miraba por encima del hombro y le hacía de menos. Que todo el mundo sabía o debía saber que era totalmente falso. Ser algo soberbio intelectualmente  en algún  momento como puede resultar mi hermano, incluso con motivos, no es en absoluto eso, que jamás  ha podido ser  con él por no poder haber posibilidad siquiera  de confrontación intelectual. Supongo ahora que ya  estaba/n (porque al parecer hubo visitas familiares  a la tasca de la comunidad de discriminación para organizarla)  preparando los carnavales high society del casino. Me mal despido de Rosana, muy cabreado. El inadecuado cuando deja de ser autorregulativo e inversor, especulador y  finalista,  y le sale su hondura sicológica, empieza  a crear problemas, a la primera a Rosana.
Al de una rato  comienzo a reconcomerme con  lo que ha dicho de mi hermano, y casi no  me  puedo contener, la ira y la indignación me abrasan, me tengo que  poner a escribir  un wikileaks, hasta que me digo aquí  lo que hay que hacer es cortar por lo sano y para siempre. Hachazo.  Algo al alcance de mis facultades. Me acuerdo de sus risotadas tontas, las burlas a mi hermano, el desprecio, la licitud de la humillación, la superioridad  del torpe que se ríe de los que cree débiles y fracasados –la materia prima de racistas y fascistas y la infamia de la discriminación-, sin darse cuenta del respeto y  la consideración de las élites profesionales, culturales, intelectuales, de gente valiosa y de que él  sí  tiene amigos. No plataformas sociales y profesionales. Sin darse cuenta que solo llega, a base de muchas comidas de medio trabajo, al grupo A de cortesanos. Mi hermano es un Groucho Marx un Woody Allen, en relación  de alguien al que se le ocurre ácaros y cilicio y se autodivierte por sus parajes yermos. Es desatinado hasta en sus apuestas, no hay manera. Cómo he madurado yo, jamás tuve relación con gente tan falta de ingenio y gracia. Me acaba de llamar Carlos Gaviño y nos hemos partido de risa primero XY y después  yo, con la  absoluta genialidad  de Carlos, que vamos a quedar, por supuesto con mi hermano, ambos se aprecian y valoran mucho. Me imagino a Carlos oyendo ácaros y cilicio, encima repetido porque le divierte su poquedad,  y tantas otras.



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