sábado, enero 14, 2017

Despedida final

Mi hermano y yo nos despedimos con la mano  
Fue una despedida que tuvo aperitivo fuera, comida dentro, copas fuera, y luego cervezas y vino con picoteo. Nuestra gran estrella invitada, Octavio reprimió su pulsión laboral, y adscribió tarde y noche a una deslumbrante  ociosidad, con maltas y puros, que hacían intuir  una inmunización del alcohol del que solo  pueden  hacer gala hombres muy poderosos física y mentalmente. Otro elemento más de admiración: con Octavio eres consciente del placer de conversar, sus conocimientos son enciclopédicos,  te ves penetrando en las  parcelas del mundo que ha privatizado para su disfrute  más intenso y exclusivo, al que  permite acceder a otros (seleccionados) pero solo de vez en cuando. De esa forma logra mantenerse alejado de  ámbitos que le disgustan o no le conciernen por su prosaísmo y mal gusto. Como suponía, conocía al autor sobre el que voy a escribir, puede que tenga hasta algún opúsculo de él. Entre él y Gaviño ya tengo dos entradas  perfectas.
La despedida fácil  duró 10 horas. On line entraron María Jesús y Rosana. Mientras seguíamos viendo renovarse completa la clientela de Los Reunidos. Comida de mucha altura.
Los dos socios parecían como escindidos para siempre del despacho y sus largas permanencias, la vida monacal, para declararse inmersos en una suma de placeres: conversas, alcohol, y también comida. E ingenio en elevadas proporciones. El conde  y el presidente actuaron en todo momento como si hubiera sido abolida la ley, y no fuera ya preciso un proceso de purificación etílica y borrado de alcohol en sangre, porque no iniciaron ese proceso cautelar en ningún momento. Como si esperaran que algún platillo volante les fuera a rescatar. Pues yo me quedo, conduce tú.
Gran abrazo con el abogado RZ,  y parada, para no molestar,  y gran saludo de otro, RMB.
Como habíamos prometido hicimos la despedida. XY ya le dijo a su hijo por teléfono la noche anterior. Voy a tener que ir yo a hacer bulto y se apuntó. En realidad era a pasárselo bien.
En cuanto al grupo del que nos despedimos como despedidos: Todas las exclusiones, por si tuvieran próxima oportunidad, sepan que  acaban en marcha inmediata o a medio plazo del excluido, porque han quebrado íntegramente las bases de lealtad y confianza  de cualquier grupo. Hay veces que es mucho mejor estar entre los perdedores que con los ganadores. No reconozco la inocencia moral de nadie y todos somos responsables de nuestros actos, y sus consecuencias, y poniéndome como Inamnuel Levinas, del daño al otro.
Para mí es una verdadera pérdida -en mi caso la movida viene desde septiembre y antes, cuando estaba en los preparativos de la apoteosis final -, creía que lo único que me quedarían de unos años que ahora veo sin gota de simpatía y como nebulosa que se disuelve satisfactoriamente, sería nuestro grupo. No ha podido ser, todo ha salido de la peor forma posible, y me voy con la conciencia tranquila: He hecho lo único que podía hacer.
Supongo sirve de consuelo: la vida no es más que una sucesión pérdidas y no dominamos la vida.  


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