martes, enero 10, 2017

Constituidos en mera localización geográfica

Para una comida que organizo  en toda mi vida, he recibido comunicados de algunas personas declinando asistir. Lo que suele traumatizar a mucha gente, que les hace sentirse sin entorno, pertenencia, aceptación y desairados a mí no me ha ocurrido.  Lejos  de sucumbir al desánimo del fracaso, rápidamente he reaccionado y ya hay confirmación de invitados. No creo que me ría más en la sobremesa del viernes que lo que he hecho hace un buen rato. Aunque seguro que sí. La inspiración muchas  veces es muy contagiosa, y natural. Tampoco es tan desastroso.
 La verdad es que había fomentado un poco la deserción, como yo siempre la he practicado mucho, estimular a otros a hacerlo también, yo lo consideraría impagable, pero no parece el caso.
Las despedidas del ámbito que sean, suelen ser casi tumultuarias y siempre gozosas y celebrativas, lo mismo las biológicas como de giro vital, que no viene a ser  ni parecido en nuestra vicisitud-¡fuera! Ni siquiera era despedida en mi caso porque ya lo estaba,  era una oficialización lo más, y la inauguración de la de mi hermano, éramos dos celebrantes animosos, inmunes (tratando de)  a las conductas de la gente, y yo enemigo de debates.
No me gustan los debates, me parece que solo son posibles en determinadas comunidades de hablantes en las que existe un consenso previo. Si eso no se da, no hay nada de qué hablar. Hay otra cosa además de los debates, que son las posiciones. Hablo en general, del mundo, que es de mayor interés. Hay gente que puede vivir toda la vida sin tomar una posición que suponga anteponer determinadas ideas o, mejor, emociones o sentimientos personales frente  o contra los demás. Se puede vivir  la vida entera evitando o no sintiendo esa incomodidad segura. La mayoría es convencional, con las pautas ya definidas y enemiga de disensiones embarazosas o inconvenientes. No es casualidad que se aplique  el término de  los peces de zonas de confort a los humanos porque realmente se usa. Uno se respalda en la licitud o libertad de la conducta más segura y provechosa. Qué me lo impide, o por qué no. Y es verdad, a mi juicio pobre e insuficiente, pero no se puede negar. Quizá esa comprensión fácil con uno mismo suponga una injusticia  o una humillación para otro. Sí, podría ser, pero ese no es mi problema. En la vida en el convencionalismo no hay elección posible entre el desaire y el mínimo provecho, y la empatía, hablando de proximidades emocionales, no de chinos.
Y si el otro, que es muy próximo, se siente humillado, si se le inflige una discriminación, un  desprecio que son ciertos. Todo argumento es: a mí me han invitado ¿o no tenía que ir? Yo no sé lo que había que hacer, ni lo que hubiera hecho yo (en este caso solo por estética, sí), yo solo sé que yo no estaba. No puedo hablar de empatía, porque ocupaba su misma posición de excluido (que tiene su punto, informo), pero sí puedo decir e insistir que yo no estaba, y de lo que  no tengo duda es de que  me hubiera sentido ante  una tesitura o hubiera experimentado algún sentimiento. No parece mucho.
La empatía es un don escaso, me he dado cuenta leyendo el libro que me regaló mi hija del negro de Baltimore que reseñé. 
Con la amistad pasa lo mismo: hay posiciones y convenciones. Incluso pueden surgir, a título de mera posibilidad y sin necesidad de tragedias ni nada aproximado: tesituras, dilemas, exigencias, sentimientos, empatía, unos mínimos ante situaciones que a alguien puedan comprometer ¿Actos libres? ¿Qué es eso?



No hay comentarios: