domingo, noviembre 27, 2016

Mácaros, última de 2016


Por primera vez los primeros en llegar a la tertulia Mácaros, fuimos mi hermano y yo. El Sitio me manda 4 libros de las conferencias celebradas y ahora publicadas desde  2013-2015 entre las que están las nuestras. Según mi  hermano dos años o así después, es su conferencia   de lo mejor que ha leído sobre Wagner. Yo prudentemente no he leído la mía, por si las moscas. Luego llegó el anfitrionazgo y ex  doctor Harris, que había actuado con su banda  de música de San Andrés (no entiendo  nada), luego el catedrático y más tarde Alexander. Tocaba Giorgio Agamben, dos datos: discípulo  de Heidegger y traductor de Walter Benjamin al italiano. Lo que se nota una barbaridad, para muy bien.
Antes yo me resistía a salir de casa porque estaba viendo en Informe Semanal sobre esa bestia de Fidel Castro, el señor duque  del latifundio.
Evidentemente no hablamos durante la cena de Fidel, y sí de Trump, por ejemplo. Simplemente no salió, lo que  no deja de ser significativo.  
Vine de la Península (tampoco pintaba mucho) para el Oliver, pero lo hubiera hecho igual  desde China. Nos lo pasamos muy bien, y se cumple el fin  intelectual, lo que podía  ser un coñazo más/menos infinito, es un  mezcla perfecta  por armónica, del tono distendido, amistoso, humorístico con el propósito ilustrado. Alcanzamos nuestros objetivos, porque los cumplimos,  pasándolo muy bien. Grandes noches. De no ser por esto, no se aguantaría veladas intelectuales tanto tiempo. Los neoliberales repelidos, tan doctrinarios, sabihondos, concienzudos, que se toman tan en serio a sí mismos, esos marginales de la política y  la realidad (enemigos de clase míos, estos son  más recíprocos) hacen  desayunos  para beber mucho café y mantenerse despiertos.
Un camarero, ya nos saludamos como colegas, me llama José María que además conoce mi apellido, me deja perplejo, incrédulo... y satisfecho. Saben de mis artículos.   Yo de joven, no sé por qué, admiraba a los que eran conocidos, sin pensar que lo fueran en absoluto.
Creo que eso me pasa ahora a mi: me deben conocer mucha más gente que a los que conozco yo. Esta sospecha se cumplió ayer. Recuerdo que hace muchos años me dijeron dos personas que era más conocido de lo que creía. 
Me había leído dos libros de Agamben, uno lo tenía- aunque de aquella manera--, pero no el acordado. En el salón de las copas  y el debate me reservé  para el final. Mis Agamben no tenían que ver  con el que habían leído ellos. El catedrático me alabó.
Resulta que Alexander  es un tipo del que cada vez se descubren más cosas. Como  es abogado, me extrañaba que fuera tan ilustrado, no encajaba en  absoluto. Mi hermano me contó que había estudiado Historia en Viena. Ah, ahora lo entiendo. Le clasifico finalmente de intelectual, superados mis prejuicios, y a preguntas mías resulta que  también hizo  historia y periodismo en España.
Ayer me contó  que estudió con Herman Tertsch en la Universidad de Viena.  No jodas. ¿Cómo era? Pues bastante sobrado y provocador. Alexander empezó filosofía y pasó a Historia e Hispánicas,  allá estaba Tertsch. Hablaría muy bien alemán, sí, me contesta, además  había estudiado  en  el Colegio Alemán de Madrid. Pero como era hispánicas hablábamos en español. Estuvo un año 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena cena. Ambiente distendido y agradable. Discusión intelectual, risas, algunas puyas, ... Se aprende mucho escuchando gente tan leída y viajada. Lástima que me tuve que ir tan pronto. Además el próximo autor promete.


Salud EDH