miércoles, noviembre 04, 2015

Tombuctú, andalusíes y el sáhara



Una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida ha sido descubrir el Sáhara, en el sentido intelectual y vital, que fue precedido por mis breves visitas a Tánger. Me indujeron a adentrarme en el Sáhara la patulea de sus "amigos" hispanos, y su estúpida e impostada mímica, el relato falso del desierto y demás afectadas emociones, de suyo detesto a los turistas solidarios, no tanto por su ignorancia supina como por su exhibicionismo, por ese querer ser comprometidos a riesgo cero, azuzando a las víctimas a la falta radical de esperanza.

El Sáhara me ha servido para interesarme por Marruecos y por la zona subsahariana. Mauritania, Níger y Malí. El Sáhara es uno de mis activos intelectuales y sentimentales, parte de lo que me llena, o me hace feliz. El conocimiento, el interés, la motivación, no el turismo, no quiero ni probar ni una sola vez las tres vasos de té. No soy/voy de antropólogo.
La editorial Almuzara ha sido esencial para conocer Al-Andalus, las revueltas moriscas, los renegados, y sobre todo la épica andalusí, morisca y renegada al servicio del sultán de Marruecos en Tombuctú. Durante más de 100 años los gobernadores de Marruecos en aquel lugar fueron andalusíes. La Biblioteca de Tombuctú, la ciudad de los 333 santos, guardan miles de manuscritos, que atesoraron descendientes de musulmanes españoles. Sabía de Yüder Pachá el renegado de Cuevas de Almanzora, que, eunuco, dirigió el ejército marroquí a la conquista del impero shongay, con la particularidad que quienes lo componían eran andalusíes, moriscos y renegados.
He leído el libro "Tombuctú, Andalusíes en la ciudad perdida del Sáhara" de esa editorial, a cargo de Ismáel Diadié y Manuel Pimentel, dueño de la editorial y exministro dimitido.
Leyendo el libro aparecen ciudades, imperios, regiones, puntos geográficos, sanhajas, tuaregs, oasis. Por supuesto la Curva del río Níger. En un principio calibro el acudir a un mapa para situar esas localizaciones. Pero prefiero seguir en la nebulosa de una geografía fragmentada y descompuesta, sin fronteras, sin poderes estatales, sin naciones. Me guiaré solo por los antiguos y borrosos mapas que salen en el libro. Será más fuerte y contextualizada mi percepción de los siglos XVI v XVII en esa área africana.
Este pequeña decisión, me permite divagar y pienso en cómo se puede hablar de pueblo saharaui, cuando la mera idea era imposible en tribus de genealogías  tan específicas y cerradas, además siendo nómadas, pastores, cuando no había noción posible de nación. Había estados, imperios como el shongay pero no naciones y pueblos, pero agrícolas y sedentarios.
Si el sultán de Marraquech controló la Curva del Niger, es evidente que los nómadas saharauis estaban a su alcance. Los tuaregs, más definidos, estaban muy divididos. Lo caractrerístico del desierto eran las caravanas, el contrabando, el pillaje, las guerras pero entre ciudades o imperios inconsistentes y minúsculos. Pero el milagro son esos otros españoles islámicos y renegados andalusíes que tuvieron tal entidad histórica lejos de su patria de origen.     




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