martes, marzo 24, 2015

La CIA, un dios deforme


Hace poco el clásico taxista filósofo me decía que ahora se sabe todo de nosotros (siempre he respetado mucho los rasgos paranoides de la personalidad humana), a lo que respondí que gracias a nosotros y Facebook, instagran,  redes… Es muy ridículo que una sociedad absolutamente exhibicionista, que da cuenta de cada segundo de su existencia, se ponga después recatada, pudorosa y precavida.
Yo no me puedo sentir perseguido u observado por el poder o poderes ocultos, que no deja  de ser el ojo de dios en el triángulo de la sagrada escritura o de la antigualla de la masonería, ya que  en todo caso yo soy quien  les incito, con plena conciencia de que no les intereso absolutamente nada –si quitamos al saltimbanqui-, ¡ya  me gustaría!
Tengo google atestado de mí para nada. Lo bueno de la falta de privacidad es que lo (hecho) público  ha devenido en completamente irrelevante, cansino y aburrido. Se podría decir que la forma de preservar la intimidad es  hacerla exacerbadamente pública y conocida. Transparente y obscena (Braudillard), que es cuando se ansía el misterio y la ocultación. La sugerencia, la sutilidad.
Ahora mismo estoy recogido en mi vida más personal, o en parte de ella, en trances biográficos comunes pero excepcionales, sobre lo que evidentemente no escribo. No somos tan fuertes –¡ni yo!- para mostrarnos de verdad. Afortunadamente sabemos respetarnos a nosotros mismos.
Ayer le admití a mi hermana que habíamos recibido muy buena educación, y que nuestros hijos también la tenían (convenimos).
Vas con mi hermana y como te distraigas no pagas absolutamente nada. Vas con mi hermano y ya para desayunar te pide solomillo con patatas fritas, porque interpreta que esa  ronda es tuya. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

"la falta de privacidad es que lo (hecho) público ha devenido en completamente irrelevante, cansino y aburrido"

cierto, no podemos digerir tanta demasiada información

salu2 EDH