viernes, febrero 20, 2015

Filosofía y sindicalismo


Leí durante el puente y casi sin darme cuenta las más de 300 páginas del libro de Gershom Scholem sobre su amigo Walter Benjamin. Que dos filósofos -Scholem también lo fue- sean revisados en sus preocupaciones y relaciones por uno de ellos es muy interesante, es como si te quedases  con parte de su intimidad. Como trasfondo la malla, los mimbres de su pensamiento, pero antes su manera de ser.
Cogí el último libro de Habermas que había comprado: Israel o Atenas: Ensayo sobre religión, teología y racionalidad. Es muy fácil y gozoso sucumbir literalmente a Habermas. El mundo tiene explicaciones, y en parte es susceptible de comprensión. Pero lo abandono, y busco a Benjamín y encuentro dos libros. Hay alguno más. Scholem ya cuenta el rechazo que suscitaba Benjamin por no ser entendido, de forma que no pudo obtener plaza en ninguna universidad. No es por tanto fácil seguirle, porque hace ensayo haciendo literatura, y rompe con  toda idea de sistema, lenguaje  y método propios de la filosofía, aunque es capaz de desenvolverse por ella con autoridad de maestro. Sin embargo es de los más citados tanto en filosofía de la historia, teoría del conocimiento, estética y crítica literaria. Adorno que es el autor de otro libro sobre Benjamin –colaboró con la Escuela de Frankfurt y la Teoría Crítica y ahora caigo que igual que Habermas más tarde-  es por el contrario el pensamiento filosófico riguroso, se mueve entre abstracciones, conceptos y juicios con una  claridad, para él, pasmosa.
Lo lógico, lo conforme a mis inclinaciones, gustos, cultura y relaciones es que jamás hubiera escrito nada sobre sindicalismo.  Si procedes de una determinada izquierda ilustrada y revolucionaria, el obrerismo es economicismo vulgar, pero ahora en modalidad de rapiña o saqueo, como finalmente lo están demostrando  con alarde UGT y CCOO por tantos lados en su  no parar.
Otros sindicatos de muchos menos vuelos y muchas mayores posibilidades de promoción obviamente, por no haber ninguna  competencia –en las grandes burocracias tampoco se entraba por oposiciones pero había más gente de nivel más  decoroso-, sus déficit, chollos  los trasmutan en valores morales, no oportunidades. Cuánta singularidad, que nadie apreciaba.   Más que nada por su capacidad de análisis... hegeliano.
Estoy obligado a escribir una trilogía sobre sindicalismo (quién me lo iba  a decir, aunque  igual me lo merezco) y pienso en cómo hacerlo. De Benjamín he encontrado citas imprescindibles. He descubierto los testimonios que se pueden encontrar de sindicalistas en Youtube, alocuciones apasionantes y que no se las salta un gitano desde el punto semántico y semiológico, que son una mina para analizar el discurso sindical. Cuál es el significado y sentido de lo que alguien ha dicho. De qué se  está hablando. Los amos en el no decir nada ha sido la izquierda abertzale, por ejemplo: en la búsqueda del relanzamiento de procesos de convergencia con otros sectores enfrentados al bloque dominante, que faciliten así desarrollar políticas que inviertan las correlaciones de fuerza, hoy en reflujo,  a  estadios de mayor penetración en el tejido social de las sectores populares más vanguardistas  a la hora de  dinamizar  sus luchas, que hegemonizamos en el pasado más reciente, de la mano del sector armado”.
El "piquito de oro" sindical no tiene tal capacidad de abstracción ni formación, es un no decir más huero y rústico. Cualquier nivel político siempre es superior al sindical en todos los órdenes.
El gran valor de estudio del sindicalismo es su discurso -que no tiene: son sintagmas, sin mensaje o información concreta de significado  que remiten a cuatro presuposiciones encima abstractas e ideales-, es lo más interesante. En segundo lugar: las personas, su preparación   y recompensa, ya que en ningún otro lugar, ni en otros sindicatos, podrían representar un papel (¿como gestores?) que en los minoritarios.
Intelectualmente esta parte es apasionante, y el sentido del libro, que aún no he dado con él.

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