jueves, febrero 26, 2015

Dos tipos de abogadas laboralistas

Con la edad he hecho de la libertad personal, de la  responsabilidad de los actos de cada cual el mayor criterio axiológico y moral. No hago sociología ni sicología o antropología, yo a la gente la mido por sus actos y su libertad, por lo menos a los que afectan a mi vida. Dicho de otra forma, yo  trato a todos como mayores de edad y responsables.  Desprecio la autoatribución de inocencia y  la elusión de responsabilidad. Es mal camino, porque  basta que el otro te la atribuya para que quede en fantasía protectora o mero deseo de confort.

En el fondo sería el problema entre moral y ética, que alguno en el Oliver no entendía y los asimilaba por su etimología latina (more) y griega (ethos). Donde de manera empírica mejor aparece, en ocasiones  de forma luminosa, es en relación a la abogacía: la ética  es la deontología y la moral es la almohada. Conciencia mediada (intervenida) y conciencia no mediada.
Un sujeto como yo, no del todo fiable, en qué campo podría militar llevando tan mal lo colectivo, por no decir gregario. Es evidente que no en la ética pero sí en la moral. Tienes que sentirte muy cargado de razones (morales) para no rendirte ante  la ética.  La moral también puede ser tu sentido del honor o tu propia mala hostia, pero que en los delincuentes es ethos, código de grupo.
Los actos expresamente deontológicos que he conocido o recuerdo siempre me han parecido los más inmorales, el puerto seguro para ese tipo de gente. Entre otras cosas, hábiles oportunistas. Genotipo Virgil, fenotipo Oskar.
Tengo ahora mucho tiempo y a veces lo empleo muy bien. Esta tarde sin ir más lejos. Soy el primero en deplorar tratar temas muy poco interesantes, y además  en total decadencia. Mundos del pasado que sobreviven, aunque de aquella manera. Con todo saco conclusiones porque analizo conductas y papeles, ya que los tengo ante mí y nadie lo ve, que en el fondo  es lo que me gustaría que me pasara a mí también.
Hay dos tipos de abogadas laboralistas: unas veteranas y otras  literalmente sobrevenidas. Su estética y ética no tiene nada que ver. Las primeras jamás llevarían rolex y tacón fino con marcada peluquería, y se abstendrían radicalmente de hacer el juego a grupos empresariales  que encima comparecen con decenas de escuadristas, a los que solo  les faltaban las camisas negras o pardas. Con ilícitos permisos sindicales para la intimidación.
  Hoy he escrito dos páginas que verán la luz sin duda, de esa sociología,  ética, estética, pero sobre todo  de la falta total de inteligencia, y total sumisión.
Jamás he pensado hacer ninguna contribución en  algunos campos, ni la más mínima, pero obligado por las circunstancias tal vez lo haga en los presupuestos sico-sociológicos de algunos institutos jurídicos. Dios me libre de más.


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