domingo, septiembre 14, 2014

Stalin fue bastante comunicativo

El sábado compré a Vasili Grossman y a Bulgakov, más sovietización. Grossman de apellido igual que le escritor hebreo David, judío también, estremece como pocos por el desvelamiento del sufrimiento múltiple y la crueldad que es capaz de albergar la vida, y más ayudada por los totalitarismos. Los dos son magníficos  guías para penetrar, traspasar esos cortinones que se mecen suavemente augurando espacios o escenas siniestras, en la vida soviética de Lenin y Stalin.
Los escritores rusos bajo el estalinsimo presentan una hoja de servicios más que honorable. Cibernéticamente hablando se ajustan a la perfección al binarismo: asesinado/ suicidado. Hay un libro de Vintila Horia que hace un recuento muy preciso, a lo que hay que añadir el tertium exclusum: el Gulag.
Stalin, aparte de ser una cumbre del Himalaya de la criminalidad política, seguía a los escritores. Podía matar a “enemigos del pueblo” y vengarse en familiares, hijos, maridos, padres, podía hacer todo tipo de crueldades, pero estaba al tanto de lo que decían los escritores. Ignoro si lo estaba también de los ingenieros  forestales o peritos de minas.
Ya sé de tres conversaciones que ocuparon  a Stalin. La más conocida es la llamada que hizo Stalin a Pasternak (Doctor Zivago) a cuenta de Ossip Mandelstam. Hay versiones algo diferentes, pero tienen en común que Stalin le dijo que si hubiera sido su amigo Mandelstam,  lo hubiera defendido mejor que él. Y tanto, le murieron  en el Gulag. Stalin también llamó a Ehrenburg, porque no le publicaban una novela, y le dijo que entre Vd y yo conseguiremos que se publique. Y se hizo la publicación, como Dios hizo la luz.
Resulta que también llamó a  Bulgakov. Este que escribía cosas absolutamente satíricas, parábolas sobre la esencia del comunismo: una genética social absolutamente artificial que concebía una mutación humana y social   de la  que era imposible    que saliera algo bueno. Escribía cartas a Stalin y a la cúspide del poder de la URSS como si estuviera en una cafetería de enfrente del Tribunal Supremo de EE.UU.
Su espectacular éxito en la época ambivalente del NEP de Lenin, se trucó en veto literario, sin  poder dedicarse a la literatura. Bulgakov  protestaba sin condescender con el régimen en nada, un suicida. Stalin cuando le llamó le dio un puesto de ayudante de dirección de un teatro, pero siguió sin permitirle publicar. Ni fue arrestado, aunque vivió  en la angustia de que cualquier noche le detendrían. Para que lo iban a detener, era peor el miedo y la incertidumbre.


No hay comentarios: