sábado, abril 19, 2014

Rusificado con Pushkin, conmovido con Nadiezhda Mandelstam

El miércoles no encontré el Eugenio Oneguin  de Pushkin pero el jueves sí, a cambio compré al gran Tolstoi y a Gógol.  La sonata de Kreutzer e Historias de San Petersburgo. No imaginaba que llegaría a leer a Gógol, pensaba que para mí siempre permanecería como nombre de  escritor ruso.  A este paso leeré e Lérmontov.
Si leo para escribir un libro y he elegido un asunto leo todo lo que pueda  interesar para mi propósito, y que esté a mi alcance. El motivo de abordar un tema es plenamente consciente, aquí en absoluto. Esta fiebre rusa que padezco, no puedo atribuirlo a  motivo alguno, y no es la primera vez que me pasa aunque siempre ha sido más particular: un autor, una familia (los Mann), un tema…
A Gógol lo encuentro por debajo de Tolstoi  y Pushkin. Algo alambicado en  el tema, pero no al escribir y que asocio con fábulas y fogonazos, tira de recursos fantásticos  un tanto forzados para estructurar los relatos.  Tiene la necesidad de rematarlos y ¿cómo se remata? Pues con bengalas fantásticas. Tienen una cosa en común y es su cosmopolitismo  básicamente francés. De Tolstoi he rescatado un libro que tenía sobre lo bello. Había empezado a leerlo. La cultura estética de Tolstoi, por tanto filosófica es extraordinariamente sólida: Kant, Lessing, Baumgarten,  Winckelmann, Schelling, Fichte, Hegel,  los digo de memoria, hay muchos más.  Para ser un maestro hay que tener cultura.
El que me ha cautivado es Pushkin, un genio y un personaje extraordinariamente atractivo, cuya literatura se funde con él. Tan suelto, novedoso y fresco, desprejuiciado, capaz de introducir formas diversas y mezclarlas, vitalista, osado, satírico y cínico;  se despliega torrencial para capturar la vida desde muchos ángulos pero siempre fiel a sí mismo.  Gógol se adaptaría a fórmulas y oportunidades literarias, Pushkin las somete a él, que es el soberano, a tal punto que escribió en su diario que mataría al Zar Nicolás I por su muy especial relación con él y su bellísima esposa Natalia Goncharova (apellido también de aquella pintora de la vanguardia constructivista rusa).
Temía que al ser Eugenio Oneguin novela en verso no podría con ella, pero más deliciosa no puede estar resultando, es él,   visual antes que  descriptiva, hedonista, de escenas de calle y salones que bullen, y al lado, la vida en el campo ruso. ¡Oh cielos, el auténtico Parnaso! El libro, de Cátedra, es en ruso y español, de forma que ya tengo el primer libro bilingüe en ruso, que parece se escribe con andamios y sobre chapa,  y no a mano y sobre  papel.
Allí aparece Chaadaev  -otro simpatizante de los decembristas de 1825- que no tiene ninguna entrada  en español  en internet, y que yo conocía como a Belinski, cuyo nombre  puse en  un libro.  Sigue sin aparecer Herzen que estuvo vinculado a los  dos anteriores. Quién si lo cita es esa señora amorosa que es Nadiezhda Mandelstam, y varias veces.
En realidad a parte de Pushkin de quien quería hablar era  de la viuda de Ossip Mandelstam, de Nadiezhda Mandelstam, una enorme y conmovedora escritora que cuenta la vida y muerte de los escritores rusos bajo el estalinismo, empezando por la de su marido, y todas las atrocidades, Infamias, crueldades… la ignominia sin límite de que hizo gala el comunismo, pero eso supondría  seguir con Pasternak, Brodski, Anna Ajmatiova, Gumiliov, Marina Tsvietáieva… para lo que no hay voluntad.
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Usted y sus excesos.

Le dió el Sahara y leyo todo todo todo; lo mismo cuando le dió por los toreros locales, no hubo literatura "canaria" que no leyera, ...

Claro que los rusos ya es otro nivel. A ese huerto sí que mo me importa que me lleve en un futuro...

Salu2, EDH.