viernes, abril 18, 2014

Gabo y los grados de la infamia


Lo último que creo leí de García Márquez fue Noticia de un secuestro en un viaje a Bilbao. Me pareció tan perfecto que no seguí leyéndolo. Era tan normativo…. Como hacerme un master de periodismo, a lo que no estaba dispuesto. Y el elemento retórico, autorreferencial, el sobrante donde se refugia el plus  de significación literaria… ¿dónde estaba?
García Márquez puntúa también en una compatibilidad siniestra. La grandeza literaria o creativa puede estar plenamente disociada de la decencia moral. Hay mil muestras de ello.
Apoyar a una dictadura comunista y familiar, rebasa los más relajados estándares de filosofía  moral y ética política. Es abyecto en profesionales de la creación literaria que  entran en la categoría de  intelectuales. No tienen disculpa, es mucho más grave.
Ahí están gente tan abominable como Pablo Neruda (de la Oda a Stalin), Paul Eluard y Louis Aragon,  y en España siniestros como Alberti y alguno más.
En Canarias tenemos al pseudo lanzaroteño y eterno estalinista, simple hasta la muerte, moralmente ciego e intelectualmente tosco y parvulario,  pero víctima de la grandilocuencia de tribuna, de la arenga  de firma que fue José Saramago, un Ché Guevara para la masa crítica masiva –tan interesante ambas- hispana y canaria.
Gabo tuvo la inteligencia y decencia de no tratar de enarbolar  banderas, ni decir las sopesadas nimiedades  del comunista vitalicio, dado a las gratificaciones que el Pueblo dispensa a sus tribunos, que fue nuestro lanzaroteño  universal de la frivolidad.
Este espíritu crítico de tanta altura, entre sus muchas agudezas analíticas dijo que en Gaza se había  producido un genocidio. Este era el nivel de la ceguera, que leí, un tratado... sobre la intimidad de la  estulticia. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Su Heideger es otro ejemplo.

Ortega, ese que (según usted) se hacía invitar a cenar por los aristócratas, en su prólogo a los Alemanes venía a decir que el pensador como persona tiene que se veraz.
Salu2, EDH